Lección 240.
EL MIEDO, DE LA CLASE QUE SEA, NO ESTÁ JUSTIFICADO.
El
miedo es un engaño. Da testimonio de que te has visto a ti mismo como
nunca podrías ser y, por lo tanto, contemplas un mundo que no puede ser
real. Ni una sola cosa en ese mundo es verdad. Sea cual sea la forma en
que se manifieste, sólo da fe de tus ilusiones acerca de ti mismo. No
nos dejemos engañar hoy. Somos los Hijos de Dios. El miedo no tiene
cabida en nosotros, pues cada uno de nosotros es parte del Amor Mismo.
¡Cuán
infundados son nuestros miedos! ¿Ibas acaso a permitir que Tu Hijo
sufriese? Danos fe hoy para reconocer a Tu Hijo y liberarlo.
Perdonémosle hoy en Tu Nombre, para poder entender su santidad y sentir
por él el amor que Tú también sientes por él.
¿Qué es el mundo?
El
mundo es una percepción falsa. Nació de un error, y no ha abandonado su
fuente. Persistirá mientras se siga abrigando el pensamiento que le dio
vida. Cuando el pensamiento de separación haya sido sustituido por uno
de verdadero perdón, el mundo se verá de una manera completamente
distinta; de una manera. que conduce a la verdad en la que el mundo no
puede sino desaparecer junto con todos sus errores. Ahora su fuente ha
desaparecido, al igual que sus efectos.
El mundo se
fabricó como un acto de agresión contra Dios. Es el símbolo del miedo.
Mas ¿qué es el miedo sino la ausencia de amor? El mundo, por lo tanto,
se fabricó con la intención de que fuese un lugar en el que Dios no
pudiese entrar y en el que Su Hijo pudiese estar separado de Él. Esa fue
la cuna de la percepción, pues el conocimiento no podría haber sido la
causa de pensamientos tan descabellados. Mas los ojos engañan, y los
oídos oyen falsedades. Ahora es muy posible cometer errores porque se ha
perdido la certeza.
Y para sustituirla nacieron los
mecanismos de la ilusión, que ahora van en pos de lo que se les ha
encomendado buscar. Su finalidad es servir el propósito para el que se
fabricó el mundo, de modo que diese testimonio de él y lo hiciera real.
Dichos mecanismos ven en sus ilusiones una sólida base donde existe la
verdad y donde se mantiene aparte de las mentiras. No obstante, no
informan más que de ilusiones, las cuales se mantienen separadas de la
verdad.
Del mismo modo en que el propósito de la vista
fue alejarte de la verdad, puede asimismo tener otro propósito. Todo
sonido se convierte en la llamada de Dios, y Aquel a quien Dios designó
como el Salvador del mundo puede conferirle a toda percepción un nuevo
propósito. Sigue Su Luz, y verás el mundo tal como Él lo ve. Oye sólo Su
Voz en todo lo que te habla. Y deja que Él te conceda la paz y la
certeza que tú desechaste, pero que el Cielo salvaguardó para ti en Él.
No
nos quedemos tranquilos hasta que el mundo se haya unido a nuestra
nueva percepción. No nos demos por satisfechos hasta que el perdón sea
total. Y no intentemos cambiar nuestra función. Tenemos que salvar al
mundo. Pues nosotros que lo fabricamos tenemos que contemplarlo a través
de los ojos de Cristo, de modo que aquello que se concibió para que
muriese pueda ser restituido a la vida eterna.