domingo, 15 de junio de 2014

Lección 166 UCDM


Lección 166

Se me han confiado los dones de Dios.
Se te ha dado todo. La confianza que Dios tiene en ti es infinita. Él conoce a Su Hijo. Él da sin hacer excepciones y sin reservarse nada que pudiera contribuir a tu felicidad. Sin embargo, a menos que tu voluntad sea una con la Suya, no podrás recibir Sus dones. Mas ¿qué podría hacerte pensar que hay otra voluntad aparte de la Suya?

He aquí la paradoja que sirve de fundamento a la fabricación de este mundo. Este mundo no es la Voluntad de Dios, por lo tanto, no es real. No obstante, aquellos que creen que lo es no pueden sino creer que hay otra voluntad, la cual produce efectos opuestos a los que Él dispone. Esto es claramente imposible, mas la mente de aquel que contempla el mundo y lo juzga como real, sólido, digno de confianza y verdadero cree en dos creadores, o mejor dicho en uno: él mismo. Mas nunca en un solo Dios.

Todo aquel que alberga creencias tan extrañas como éstas no puede aceptar los dones de Dios, pues se ve obligado a creer que aceptarlos, por muy evidentes que se vuelvan, por muy grande que sea la urgencia con la que se le exhorta a reclamarlos como propios, es verse presionado a traicionarse a sí mismo. Por lo tanto, tiene que negar la existencia de dichos dones, contradecir la verdad y sufrir para preservar el mundo que él mismo construyó.

He aquí el único hogar que cree conocer. He aquí la única seguridad que cree poder encontrar. Sin ese mundo que él mismo construyó se siente como un paria, sin hogar y preso del miedo. No se da cuenta de que en ese mundo es donde en verdad es presa del miedo y donde no tiene un hogar; donde es un paria que en su vagar se ha alejado tanto de su hogar, y por tanto tiempo, que no se da cuenta de que se ha olvidado de dónde vino, adónde va, e incluso de quién es en realidad.

No obstante, los dones de Dios lo acompañan en su solitario e insensato vagar, aunque él no se dé cuenta. No puede perderlos. Pero no ve lo que se le ha dado. Continúa errante, consciente de la futilidad que le rodea por todas partes, viendo cómo lo poco que tiene no hace sino menguar, conforme él sigue adelante sin ir a ninguna parte. Pero aun así, continúa deambulando en la miseria y en la pobreza, solo, aunque Dios está con él, y en posesión de un tesoro tan grande que, ante su magnitud, todo lo que el mundo ofrece no tiene ningún valor.

Su aspecto da lástima, está cansado y rendido, viene harapiento, y los pies están ensangrentados por los abrojos del camino que ha venido recorriendo. No hay nadie que no se haya identificado con él, pues todo el que viene aquí ha seguido la misma senda que él recorre, y se ha sentido derrotado y desesperanzado tal como él se siente ahora. Mas, ¿es su situación realmente trágica, si te percatas de que está recorriendo el camino que él mismo eligió, y que no tiene más que darse cuenta de Quién camina a su lado y abrir sus tesoros para ser libre?

Este es el ser que has elegido, el que forjaste para reemplazar a la realidad. Éste es el ser que defiendes ferozmente contra toda muestra de razón, toda prueba, así como contra todos los testigos que te pueden demostrar que eso no es lo que tú eres. No les haces caso. Sigues el camino que te has trazado, cabizbajo, no vaya a ser que captes un atisbo de la verdad, te libres del autoengaño y quedes en libertad.

Te retraes temerosamente no vaya a ser que sientas el toque de Cristo sobre tu hombro y percibas Su amorosa mano apuntando hacia tus dones. ¿Cómo podrías decir entonces que la pobreza te acompaña en el exilio? Él te haría reír de semejante percepción de ti mismo. ¿Cómo podrías entonces seguir teniendo lástima de ti mismo? ¿Y qué pasaría entonces con toda la tragedia que procuraste para aquel que Dios dispuso que gozase únicamente de dicha?

Tu miedo ancestral te ha salido al encuentro ahora, y por fin la justicia ha dado contigo. Cristo ha puesto Su mano sobre tu hombro, y ya no te sientes solo. Piensas incluso que el miserable yo que creíste ser tal vez no sea tu verdadera Identidad. Tal vez la Palabra de Dios sea más cierta que la tuya. Tal vez los dones que Él te ha dado son reales. Tal vez tu plan de mantener a Su Hijo sepultado en el olvido y de seguir por el camino que elegiste recorrer separado de tu Ser no lo ha engañado del todo.

La Voluntad de Dios no se opone a nada. Simplemente es. No es a Dios a Quien has aprisionado con tu plan de querer perder tu Ser. Él no sabe nada de un plan tan ajeno a Su Voluntad. Hubo una necesidad que Él no entendió, y Él simplemente dio una Respuesta. Eso es todo. Y tú, a quien se le ha dado esa Respuesta, no tienes necesidad de nada más.

Ahora vivimos, pues ahora no podemos morir. El deseo de morir ha recibido respuesta, y la vista mediante la cual se contemplaba a la muerte ha sido sustituida por una visión que percibe que tú no eres lo que pretendes ser. Uno que marcha a tu lado le ofrece a cada uno de tus temores esta piadosa respuesta: “Eso no es cierto”. Cada vez que el pensamiento de pobreza te oprime, Él te recuerda todos los dones que posees, y cuando te percibes solo y atemorizado, te recuerda que Él siempre está a tu lado.

Y te recuerda también algo más que tú habías olvidado. Pues al tocarte ha hecho que seas igual que Él. Los dones que posees no son sólo para ti. Ahora tienes que aprender a dar lo que Él vino a ofrecerte. Esta es la lección que está implícita en lo que Él da, pues Él te ha salvado de la soledad que quisiste forjar para ocultarte de Dios. Él te ha recordado todos los dones con los que Dios te bendijo. Te habla asimismo de aquello en lo que se ha de convertir tu voluntad cuando los aceptes y reconozcas que son tuyos.

Los dones de Dios te pertenecen, y se te han confiado para que se los des a todos aquellos que eligen recorrer el solitario camino del que tú te has escapado. Ellos no entienden que lo único que están haciendo es ir en pos de sus deseos. Ahora eres tú quien les tiene que enseñar. Pues has aprendido de Cristo que hay otro camino que pueden recorrer. Les puedes enseñar esto demostrándoles la felicidad que colma a aquellos que sienten el toque de Cristo y que reconocen los dones de Dios. No permitas que tus pesares te tienten a no ser fiel a tu cometido.

Tus suspiros no harían ahora sino truncar las esperanzas de aquellos que cuentan contigo para su liberación. Tus lágrimas son las suyas. Si enfermas, no haces sino impedir su curación. Tus temores no hacen sino enseñarles que los suyos están justificados. Tu mano se convierte en la que otorga el toque de Cristo; tu cambio de mentalidad se convierte en la prueba de que quien acepta los dones de Dios jamás puede sufrir por nada. Se te ha encomendado liberar al mundo de su dolor.

No lo defraudes. Conviértete en la prueba viviente de lo que el toque de Cristo puede ofrecerle a todo el mundo. Dios te ha confiado Sus dones. ¡Que tu felicidad dé testimonio de la gran transformación que experimenta la mente que elige aceptarlos y sentir el toque de Cristo! Ésa es tu misión ahora. Pues Dios les ha encomendado a todos los que reciben Sus dones que a su vez los den. Él ha compartido Su gozo contigo. Áhora tú vas a compartirlo con el mundo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario